El día empezó tarde porque tenía una llamada a las 9am, así que llegando las 10.30 salí a encontrarme con Miguel para desayunar en Tano; una cafetería que nos recomendaron en el restaurante de la noche anterior.
El lugar parecía haberse quedado en los 70’s incluídos el mesero y el menú, pero el desayuno completo estuvo decente. Cominos y, salimos hacia la zona del Planetario a pie, pare entrar al Jardín Japonés a ver matas. (Yo se, pero Miguel insistió).
Después de la vuelta y fotos de rutina en el jardín, salimos caminando hacia Recoleta, por el barrio, donde casi compro una cuenta de Instagram, y luego por la avenida Figueroa Alcorta hasta la Floralis Genérica; la flor hecha de acero, que se abre y cierra de acuerdo a la hora del día.
Seguimos camino hacia el Cementerio Recoleta, entramos y dimos una vuelta curioseando las tumbas. Me habían dicho que estaba lleno de gatos, pero solo vimos uno y parecía más bien la mascota de alguien.
Aunque algunas de las tumbas están en mal estado, el lugar está muy bien mantenido y es interesante de recorrer. Impresiona un poco, eso si, que se pueden ver los ataúdes dentro de las criptas y los altares y cosas que dejan adentro, algunas bastante macabras.
Saliendo del cementerio, paramos por un helado en Freddo porque el calor estaba insoportable y aprovechamos para cambiar algunos dólares antes de ir a almorzar.
El plan era ir a almorzar a una parrilla que se llama La Hormiga, pero por el hambre, me equivoqué en el destino y pensé que era en Alto Palermo Shoping, (a 2Km del destino real), así que nos tocó comer en la plaza de comidas del centro comercial.
Yo propuse McDonalds por eficiencia, pero Miguel se niega a comer ahí, así que escogió ir a un local de parrilla donde pedimos un Asado de Tira con papas fritas. Mi carne era en un 93.2% grasa, sabía a almizcle y parecía haber estado congelada por tres generaciones antes de asarla. Las papas fritas, eran de hace una semana y claramente habían sido recalentadas en microondas. No pude comer.
A Miguel no le fue mucho mejor. Se comió todo, pero no sin antes comentar: “Siento como si me estuviera comiendo un French Poodle”.
Después del desastre, salimos en Uber hasta Plaza De la fuerza aérea Argentina, con el plan de empezar desde ahí un recorrido hacia Puerto Madero. La torre se del reloj se llamaba Torre de los ingleses porque fué donada por los residentes británicos para celebrar los 100 años de independencia y la plaza se llamaba Britannia, pero después de la guerra de Malvinas le cambiaron el nombre por torre Monumental y a la plaza por Plaza de la Fuerza Aérea Argentina. Temas de ego.
Al lado de la plaza, está la estación Retiro, que es la estación central de tren y buses de Buenos Aires, y se construyó a principios del siglo XX, así que aunque no entramos, aprovechamos para la foto.
Camino a Puerto Madero, nos encontramos con el Paseo Retiro, que desde afuera tenía buena pinta, además porque Miguel necesitaba comprar una cachucha para no quemarse la calva. “El Paseo”, en realidad es un San Victorino con mercancía chiviada repetida en cada local, pero compramos cachuchas de 3 dólares.
La ruta que tomamos entre El Retiro y Puerto Madero es larga (aunque no lo parece) y hay que cruzar un par de áreas bastante solas y en donde uno no se siente muy seguro que digamos, )además de que no hay mucho para ver), pero al final del día, a buen paso, llegamos rápido. Habría sido mejor llegar por el centro (Florida), que por la avenida Madero.
Entrando a Puerto Madero pasamos por el Luna Park y luego caminamos un rato por el río. Eran ya mas de las 7, pero casi todos los lugares estaban cerrados o muy silenciosos, así que decidimos ir hasta el Obelisco, cruzando por Lavalle, una de las calles peatonales del centro.
En Lavalle hay algunas tiendas, souvenirs y cosas genéricas y estaba el El Palacio de la papa frita, pero lo trasladaron cerca a Corrientes, así que no pudimos comer papitas soufflé. Lavalle, desemboca exactamente en la 9 de Julio, frente al Obelisco, así que caminamos un poco, fuimos hasta el teatro Colón y eventualmente decidimos intentar llegar de nuevo a La Hormiga para comer.
La comida estuvo bien. Probamos la morcilla Argentina que es increíble, sobretodo con unas empanadas de lomo como acompañante. Con la carne sin embargo, nos quedaron debiendo. No fue un desastre como el almuerzo, pero tampoco era la mejor del mundo.
Del restaurante, salimos para las casas a descansar.