Día 3 – Washington – Freedom tour

Intentamos reservar un tour para entrar al Pentágono pero hay que hacerlo con entre 14 y 90 días de anticipación y pasar la verificación de seguridad de la NSA así que nos fuimos para verlo al menos desde afuera y ver el roto que había hecho el misil/avión del 2001. 

Sólo se pueden tomar fotos desde el memorial del 2001 y desde la estación del metro, recomendamos perseguir a cualquier turista que se encuentren para evitar meterse donde no deben y que les disparen instantáneamente.

Como se ve en las fotos y como era de esperarse en Washington, es mil veces más grande de lo que uno se imagina.

  

 

 

 
De ahí salimos para el cementerio de Arlington, donde decidimos, para evitar caminarnos los 600km cuadrados que tiene, hacer la gringada de tomar un tour, que por obvias razones incluía un guía chistín y cientos de referencias a cómo el ejército gringo había salvado al mundo en decenas de oportunidades.

 

 
Nos bajamos con la horda de gente en la primera parada para ver la tumba del soldado anónimo que coincidió con el cambio de guardia. O mejor, de “él guardia”, pues es uno solo.  Además de nosotros, había 300 papás gringos con sus hijos, pues cada cambio de guardia es “patrocinado” por una escuela local y termina con una ceremonia que incluye boy scouts, de la cual logramos escaparnos por la puerta de atrás. 

Para resumirles, “la guardia” se trata de un soldado que camina de lado a lado de la tumba del soldado anónimo haciendo paradas de 21 segundos en cada extremo durante 1 hora continua. El cambio involucra un segundo sargento que le ordena al público quedarse callado y ponerse la mañana en el corazón mientras le revisa el fusil al reemplazo.

Si deciden aceptar la aventura, muy probablemente verán llegar a un veterano de guerra en silla de ruedas con su casco abaleado a presenciar la ceremonia.

 

 

Si uno ignora las gringadas, el sitio es interesante. 

 

 
Cansados del patriotismo gringo, nos fuimos a tomar un café a Dupont Circle, que prometía bien, pero resultó siendo una zona más de oficinas que de cualquier otra cosa, así que decidimos irnos al Barrio Chino. 

Se imagina uno encontrar lo mismo que se ve en las películas de NY pero la realidad es que el “Barrio” son 3 calles de restaurantes chinos donde están hacinados todos los chinos que vivían en la zona del centro donde ahora está el gobierno. La puerta de entrada es chévere.

  

Campesinadas, no hubo.