Esta mañana salimos de la casa una hora más temprano de lo pensado, no por decisión propia sino porque la hora cambió. Fuimos a desayunar al único café de Brewster, que no por casualidad, se llama Brewster Coffee Shop.
A la salida nos encontramos con Bob, el dueño de la casa, un viejito buena gente que vive hace 40 años en Brewster. Su casa fue construida en 1790, y la casa de huéspedes donde nos estamos quedando en 1855. Y ni crean, son 100% hechas de madera. Entendimos que la zona está protegida por el gobierno y por eso no hay restaurantes de cadena, edificios ni centros comerciales. Estamos en la parte norte del cabo, que no es tan turística como el otro lado.
El objetivo era explorar el cabo, así que paramos primero en Nauset Beach, una de las playas públicas más grandes donde está el faro de Nauset. Aunque hace un frío el berraco, la calma es total, más aún cuando venimos de Nueva York.
Cuando salimos de ahí y mientras intentábamos otro de los 14 faros que tiene el cabo, llegamos por error a una playa cerrada por final de temporada. Elena vió unas focas nadando en la orilla, así que nos quedamos un rato. (Al fondo de la foto de abajo, Elena viendo focas).
De ahí salimos para Provincetown; un pueblo que queda al final del cabo conocido por ser un veraneadero de la comunidad LGBT. Decir pueblo es mucho porque tiene 2500 habitantes y apenas un par de calles. Lo que sí se ve mucho son tiendas de regalos de medio pelo, casas de verano vacías y gays.
Hay algunos restaurantes famosos como The Canteen, donde fuimos a comer Lobster Roll, y muchas dulcerías de taffy y fudge muy buenas. En general, el pueblo es muy particular, pero lo que realmente vale la pena son los alrededores.
Saliendo de Provincetown paramos en Highland donde está el faro más antiguo de todos. A las 5:30 de la tarde ya era de noche así que nos devolvimos.