Desayunando entendimos que los Dutch Pancakes, son en realidad deliciosos crepes gigantes que tienen parte de los ingredientes (manzana por ejemplo) integrados a la masa. Si lo que tiene es antojo de pancakes o como les llaman en España, tortitas americanas, pida: poffertjes, si es que lo puede pronunciar.
Después de desayunar, continuamos la caminata por el barrio Jordan. Un barrio originalmente habitado por obreros y refugiados que en el siglo XX se transformó para ser vivienda de artistas y gente con plata. Como diría mi papá: Se gentrifícó.
Las casas torcidas de Ámsterdam parecen borrachitas, pero en realidad es culpa de los cimientos de madera que, tras años de estar sobre terreno pantanoso, decidieron ceder y darle a la ciudad ese toque “único”.
Llenas por los pancakes, almorzamos un sopita ligera para poder resistir el paseo a Zaanse Schans.
Nos encontramos detrás de la Estación Central y arrancamos en bus hasta el Disney neerlandes, llegamos en 20 minutos. A primera vista es espectacular, un paisaje perfecto digno de calendario. Pero al igual que los molinos de Brujas, algo aquí no cuadra. Demasiado perfecto para ser verdad?
Pues si! Zaanse Schans es un pueblo ficticio creado en los años 60 como un intento de los neerlandeses de “salvar” el pasado rural antes de que las fábricas modernas lo arrasaran. Tiene unos 6 molinos perfectamente restaurados, perfectamente ubicados, y perfectamente preparados para hacerte creer que fueron construidos ahí para algo más que el lente de tu cámara.
Entramos a uno de los molinos, el de los pigmentos que usaba Rembrandt y luego recorrimos cada una de las 15 tienditas de souvenirs que había mientras esperábamos que nos llevaran a la siguiente “atracción”.
Nos llevaron a la fábrica de quesos, que en realidad no es una fabrica sino una tienda gigante con quesos de diferentes sabores: Cerveza, Lavanda, Pesto Rojo que sabe a Pizza, trufas, oveja joven, oveja vieja, oveja beguina… Para que te decidas, te ofrecen una degustación de cubitos microscópicos. Obviamente… compramos quesos y se me olvidó tomar fotos.
Siguiente y última atracción… la fábrica de suecos. Nuevamente, dramatización de las máquinas que hacen la forma de afuera, el hueco de adentro, un señor que repite la historia 24 veces al día. Sopla, sale agua, todos hacen oooohhhhh y luego te vas y te tomas fotos con los suecos que nadie compra.
Mas tiendas de souvenir, saludar a los patos acostumbrados a turistas y de nuevo para el bus de vuelta a Amsterdam.
Decidimos volver a la Plaza Dam y seguir viendo casas torcidas.
Muchos de los edificios históricos tienen relieves y adornos en sus fachadas que cuentan historias sobre la actividad comercial de sus antiguos ocupantes. Estos símbolos eran una forma práctica de identificar el negocio de cada casa en una época en la que la mayoría de la gente no sabía leer.
Nos quedó gustando el Barrio Rojo así que volvimos a saludar a mi amiga de “Luz Morada”, que ya no estaba. Sin embargo, fuimos espectadores de varios arrestos, con persecución en cámara lenta, tirada al piso, esposas y gritos de policía incluidos. Siempre no es tan Jelloujen todo no???
Encontrar dónde cenar en el barrio rojo es complicado. Empezamos con altos estándares, buscando restaurantes de 4 estrellas y 2$$, terminamos muy a mi pesar comiendo burritos Tex Mex que necesito urgentemente borrar de mi memoria.
Este fue uno de los poquitos días que nos llovió, y extrañamente la línea de tram al hotel no aparecía como opción para devolverse. Decidimos irnos en metro a pesar de que tendríamos que caminar mas. En esta caminata entendimos la razón del cierre de la línea 2 de tram… a los bomberos se les descogotó la llanta del camión y fueron a parar a la mitad de la vía