A Amsterdam no es posible llegar desde Brujas, así que volvimos a Bruselas para tomar el tren a Amsterdam en la Estación Midi.
Llegamos a Amsterdam casi a las 12 así que decidimos dejar las maletas en el hotel, que es lejos del centro pero bien conectado y buscar almuerzo. Dimos con un restaurante que justo ese día tenía un especial de fondue!!! Lo máximo, delicioso.
Así como Bruselas, Amsterdam también tiene casas con grandes ventanales y unos gatos muy simpáticos. La costumbre de las ventanas sin cortinas en los Países Bajos tiene raíces en la ética protestante. A diferencia de los países católicos, que valoraban más la privacidad, en los Países Bajos calvinistas se priorizaban la transparencia y la honestidad. Nosotras felices, chismoseando muebles y gente haciendo su vida regular.
En esta ciudad, caminar es básicamente un deporte extremo: las bicicletas van por ti sin piedad, y sus campanitas son el sonido de la muerte. Mientras nos adaptábamos a esta nueva realidad, decidimos hacer el 4to paseo en barquito del viaje. Vimos casas angostas que bordean los canales, cada una diferente a la otra, cada una mas torcida que la otra. También nos llamaron la atención las casas flotantes, unas muy bien cuidadas, otras no tanto.
Decidimos enfrentar el terror bicicleta y seguir caminando, buscando un baño terminamos comiendo el primer crepe neerlandés y después encontramos el Mercado de las Flores, un centro de comercio principalmente de bulbos de tulipanes que existe desde hace casi 150 años.
Empezábamos un tour a las 6 de la tarde, así que nos dirigimos al punto de encuentro: La Plaza Dam. Su nombre proviene del hecho de que originalmente era una presa (“dam” en neerlandés) en el río Amstel, que luego dio nombre a la ciudad (“Amstel-dam”).
Esto no lo explico Germán, el guía. Unas horas antes, hice mi segunda pataleta, pues no me quería unir al tour de Germán, que prometía un tour dinámico, con dramatizaciones e interacción… que ridículo. Sorprendentemente, Germán resulto un gran guía. Lo primero que nos explico fue como sobrevivir a las bicicletas: “Welcome to the Jungle” dijo, “En Ámsterdam queda claro quién manda: las bicicletas. Tienen prioridad absoluta, y si no quieres acabar atropellado, más vale que mires en todas direcciones, porque las calles son un campo de batalla entre peatones, coches, bicis, y trams… pero las bicis siempre llevan la delantera.” Gracias a él, podémoslos contar esta historia.
También aprendimos sobre La Edad de Oro neerlandesa, una época de comercio de tulipanes, obras de arte, y esclavos, donde Ámsterdam se enriqueció a lo grande, prueba de esto, el Rijksmuseum, que no tuvimos tiempo de visitar.
Datos curiosos y útiles, o no tanto, del tour:
En los años 70, los neerlandeses decidieron que era mejor permitir la marihuana, así que aparecieron los coffeeshops. Eso sí, la producción sigue siendo ilegal; puedes venderlo oficialmente, pero no preguntes cómo llega hasta allí… la famosa “paradoja de la puerta trasera”. Esto es consistente con una palabra que caracteriza a los neerlandeses: “oogluikend” (Leáse jelloujen) que se deriva de “oog” (ojo) y “luiken” (cerrar), lo que se traduce en “cerrar los ojos” ante una situación. Hacerse el de la vista gorda.
Entonces, si quieres comprar marihuana vas a un coffee shop, si quieres hongos, vas a un smart shop. Si te ofrecen cocaína en las calles del Barrio Rojo, es ibuprofeno molido.
En el año 2000, los Países Bajos decidieron legalizar oficialmente la prostitución y reconocerla como una actividad económica regulada. Ellas son autónomas y pagan impuestos, declaran sus ingresos como fuente de trabajos sexuales. Pueden hacer entre 5000 y 16000 euros libres. En total hay 150 vitrinas… algunas están disponibles para la renta, tienen 2 timbres, uno de alarma para que la policía se acerque a la vitrina por si acaso, y otro de acción, para que la policía se lleve al tipo raro.
Después de tanto dato curioso, decidimos ver la realidad y arrancamos para el Barrio Rojo, o De Wallen, su nombre proviene de la luz roja de las vitrinas donde las putas ofrecen sus servicios. Vimos putas de “luz roja” y me hice una amiga de “luz morada”. Nos invitaron a un show en vivo pero preferimos comprar una ensalada en el supermercado y comérnosla en el hotel.