Estuvimos listas en un dos por tres, y fuimos a desayunar bagels, donde también descubrimos cómo toman el chocolate caliente los belgas: Derritiéndo un palito con chocolate mientras se revuelve en leche caliente.
Nos extrañó ver que cerraban las calles con vallas, y al salir de desayunar entendimos que ese día había una maratón, lo que hizo un poco difícil admirar la plaza y caminar con calma.
Había mucha gente así que decidimos hacer un paseo en barquito por los canales brujas. Recorrimos muchos puentes medievales y llegamos al Lago del Amor, donde hay superpoblación de cisnes, patos y gansos.
Al terminar el paseo nos fuimos caminando al museo del chocolate, una experiencia de sentimientos encontrados. Vimos vasijas chimbas imitando las de los aztecas, olimos esencias que simulaban las mezclas que hacían con el chocolate, tanto los aztecas como los europeos. Tania y Caro entendieron cómo se producía el chocolate y el proceso esencial de concheo, mientras yo revivía la pesadilla de haber trabajado en Luker. También nos dimos cuenta que el amado álbum de chocolatina Jet es una pinche copia de los álbum europeos.
Saliendo del museo, buscamos almuerzo y nos encontramos con una mesita soleada en un restaurante en la Plaza de los Curtidores donde Tania queriendo pedir un vol au vent le cantó al mesero Voulez-vous coucher avec moi. Obviamente le mesero respondió que si.
Continuamos nuestra caminata hacia el Beguinaje. Las beguinas eran las solteras medievales que dijeron: “Ni marido ni convento, mejor nos juntamos y rezamos… pero con libertad para salir cuando queramos.”
Es un lugar muy tranquilo, lleno de árboles y casitas blancas. Actualmente, unas monjas tomaron el lugar, pues la última beduina que quedaba se murió hace como 80 años.
Para prepararnos para la visita a los molinos neerlandeses, decidimos ir a buscar unos molinos ubicados sobre el río Reie, en el camino, nos encontramos con una de las 4 puertas medievales que hacían parte de las murallas que protegían la ciudad de Brujas. Esto hizo que la caminada valiera la pena porque en realidad, estos molinos simplemente son molinos “estéticos” reubicados solo para asegurarse de que el turismo tuviera una buena postal. Importante resaltar que hice pataleta por que no quería caminar mirando árboles, sino casitas de ladrillo dentro de la ciudad.
Nos fuimos a dormir temprano pues madrugábamos al otro día para Amsterdam.