Aunque se nos hizo un poco tarde con la salida hacia Zurich, llegamos a tiempo para hacer check-in en el hotel Platenhoff y seguir a almorzar.
Camino a un McDonalds, pasamos por el Kunsthaus (Museo), que ahora tiene un edificio nuevo diseñado por David Chipperfield, un arquitecto que nos gusta mucho. Además de este y otros, remodeló el Neues museum en Berlin e hizo un edificio en Valencia.
Camino al centro, entendimos, tristemente, que el hotel estaba en una loma, que íbamos a tener que subir de regreso varias veces, pero sin embargo, estaba en una zona residencial, cerca a la universidad y rodeada de galerías de arte y vitrinas elegantes.
Después de los McNuggets, caminamos por la calle Limmatquai en dirección al centro, al borde del río Limmat para llegar a Grossmunster, una de las dos catedrales de Zurich. Grossmunster es una iglesia protestante encargada por Marco Polo y justo al otro lado del río está Fraumunster, la catedral católica, encargada unos años después por su nieto.
Aunque a Grossmunster no nos pareció muy relevante entrar, Fraumunster es imperdible, pues hay una serie vitrales de Chagall. Una de las cosas mas bonitas de los vitrales es que además de que cada uno cuenta una historia diferente y a su manera, es que para cuando los terminó, ya tenía 90 años. Se llaman “vidrieras del coro” y las terminó en 1970.
Lo que si vale la pena perderse es la cripta de la Iglesia donde supuestamente hay un museo, pero solo hay un par de piedras viejas (supuestamente de los cimientos originales) y cosas aburridas pegadas en la pared.
Cuando salimos, estaba lloviendo así que decidimos ir por un café a Sprüngly, una repostería muy famosa por sus mini-macarrones, pero como era de esperarse, estaba muy lleno para conseguir una mesa, así que Daniel se compró una “cajada” de Luxemburgerlis (mini-macarrones), para ir comiendo en el camino.
Para evitar la lluvia, regresamos caminando y entramos a Kunsthaus (Museo). Por dentro es muy bonito, aunque no tanto como el de Berlin. Esos si, el montaje y el mobiliario son impecables. Ahí vimos los Water lilies de Monet ? (El favorito de Elena), algunas cosas de Van Gogh, las 8 enfermeras de Richter ? (El favorito de Daniel), una escultura de Calder y una instalación de luces y música de Pippilotti Rist.
Después de entrar religiosamente a la tienda del museo y esta vez no comprar nada porque estaba muy caro, salimos a buscar el café que nos estábamos debiendo y terminamos de regreso en el centro histórico en 1842, un café del mismo año, donde compramos unos capuchinos con leche de vaca criada en cuna de oro y un quiche de espinaca con ensalada de primer ministro (Spinatquiche mit salatbouquet).
Para cerrar el día, seguimos caminando por el borde del río hasta la iglesia de St. Peter y caminamos un buen rato por las calles empedradas del centro histórico viendo vitrinas de relojes, joyas, muebles de diseño, ollas y otras cosas carísimas.
Al llegar al hotel, aprendimos a decir Zurich como debe ser. De ahí el título de este post.