Después de desayunar fuimos al aeropuerto a recoger un carro que alquilamos y arrancamos para Sintra, un pueblo medieval a unos 25Km de Lisboa.
Al llegar, parqueamos en el primer espacio que encontramos y de nuevo tuvimos suerte porque parece que es prácticamente imposible encontrar lugar aquí.
Primero fuimos al Palacio nacional, (que no es nada bonito), pero famoso por que la primera parte la construyeron los moros, que dominaban la región. Luego los portugueses le agregaron partes góticas y manuelinas en el medioevo.
Desde ahí y caminando hacia la montaña se llega a la Quinta da Regaleira. La quinta es un terreno boscoso de 4 hectáreas en la montaña que un señor Carvahlo Monteiro compró en 1892. El tipo contrató a un arquitecto italiano para diseñar y construir un palacio y un parque lujoso alrededor, que tiene iglesia, fuentes, torres, túneles y lagos.
Es una mezcla de varios tipos de arquitectura y está lleno de símbolos masones y templarios. Aunque no lo recorrimos todo, caminamos una buena parte y bajamos al “pozo de la iniciación”, que es una torre invertida de 25 metros de profundidad, a la que se puede entrar desde arriba o a través de túneles.
Saliendo de Regaleira fuimos a comer a Tascantiga. Un restaurante de tapas recomendado en pueblo que estaba muy rico. Pasteles de Bacalao, Calamares, Costillas de cerdo y Carrillera (cachetes).
En el pueblo se puede tomar un bus que recorre todos los lugares de alrededor. En la parte más alta están el Castelo do Mouros, un castillo construido cerca del siglo 8 en la ocupación musulmana. En realidad solo queda una muralla con escaleras y algunas paredes reconstruidas, así que decidimos no subir, para ir al Palacio de la Pena.
Inicialmente pensábamos ir en carro, pero leímos que no hay como parquear, así que decidimos tomar el bus turístico, lo que al final resultó ser una gran idea. La subida es una carretera estrecha llena de curvas, que sube de 150m a 500m en menos de 20 minutos. En la cima de la montaña, está el Palacio.
Originalmente estuvo allí el Monasterio de la Pena, que se destruyó en el terremoto de 1755 y estuvo abandonado por 80 años, hasta que un rey excéntrico (Ferdinand II), lo compró con su propia fortuna y decidió construir ahi su palacio de verano.
El lugar, que podría estar un poco mejor conservado, parece sacado de una película de Disney, no solo por el estilo (Arquitectura Romántica), sino por que está pintado en colores vivos y enchapado en azulejos con relieve.
Aquí gracias a la habilidad de Elena hicimos también un buen negocio. Venden una entrada para el palacio y otra para recorrer los jardines, pero con la segunda se pueden también visitar todas las terrazas, que es lo que realmente vale la pena. Así que como no somos mucho de entrar a ver reconstrucciones de muebles viejos, compramos esa.
Las vistas son increíbles, pero también asustadoras y Elena sufrió mucho con la altura, pero en definitiva vale la muchísimo la pena verlo desde arriba. Aquí algunas fotos.
Después de bajar a recoger el carro decidimos irnos a Cascais, un pueblo costero, famoso por ser el destino estrella de la costa portuguesa. La idea era buscar algún lugar allí para sentarse a descansar ver el atardecer y volver a Lisboa.
Además de la marina con algunos yates, el pueblo, son en realidad 3 calles, un McDonalds, 287 tiendas de souvenirs, 300 hoteles y dos playas. En las fotos de los catálogos parece una mezcla de Mónaco y alguna isla del caribe, pero en la vida real, la playa tiene 200m2.
Caminamos un rato por el pueblo buscando algún lugar que no fuera una trampa de turistas, pero se hizo de noche y no encontramos nada, así que volvimos a Lisboa a descansar.
Después de entregar el carro en el aeropuerto, regresamos al hotel en metro a descansar.