Dia 3 – Lisboa – ¡A ver los pasteles, los quiero probar!

En la mañana salimos a una estación de metro cercana para comprar un tiquete de 24 horas.  Cuesta 10 euros y sirve para todos los tranvías, buses y metro durante un día, lo cual comparado con 3 euros por trayecto en tiquetes individuales es un negociazo.

Esperando el metro
Llegó!!!

Con los tiquetes en mano, salimos para la Torre de Belém.  Una fortaleza construida en el siglo 14, famosa por ser el lugar de embarque y desembarque de los exploradores portugueses en la desembocadura el río Tajo.

Torre de Belem
Torre de Belen

Aunque está lejos del centro, la visita a la Torre no se puede dejar pasar y es uno de los monumentos mas bonitos de los alrededores de Lisboa, porque la arquitectura tiene influencias islámicas y orientales.

Después de las fotos de rigor desde afuera, pues está cerrada, decidimos caminar hasta el monumento a los descubridores, construido en los 60s, que en teoría es, y se veía bastante cerca. 

15 minutos mas tarde, al rayo de sol, nos dimos cuenta que es mas grande y está más lejos de lo que uno se imagina.  Lo mejor habría sido alquilar una patineta eléctrica, pero ya era demasiado tarde.

Buscando el monumento
Monumento a los descubridores

El monumento no es nada especial, pero no puede faltar en el tour.  En la parte de arriba hay una terraza desde donde se puede ver el río Tajo y el monasterio de los Jerónimos (que están del otro lado), pero cansados de tantos miradores, decidimos no subir y salimos caminando al monasterio.

Caminando hacia el monasterio

El monasterio se construyó en el siglo 15, para reemplazar la iglesia Santa Maria de Belem.  La construcción duró casi 100 años y se inauguró para conmemorar el regreso de Vasco Da Gamma de las indias y, la iglesia, junto a la torre de Belen, son símbolos arquitectónicos importantes de la arquitectura Manuelina, que es una mezcla entre gótico y renacentista.   Al museo, no entramos, pero de la iglesia si hay un par de fotos por dentro.  Los techos y el trabajo de las columnas son increíbles.

Monasterio de los Jerónimos
Monasterio de los Jerónimos

Parada obligada de la visita a la zona es el restaurante Pasteis de Belem, donde ‘dicen’, se inventaron los pasteles de nata, que habíamos probado en el café A Brasileira.  Aquí les dicen “pasteles de Belem”, y si, están muy buenos.

A la entrada de Pasteles de Belem

Tuvimos mucha suerte, porque por lo que leímos, conseguir un lugar para sentarse en Pasteles de Belem es virtualmente imposible y durante temporada alta, las filas van a ser de más de 2 horas, a menos que uno llegue a desayunar.  Nosotros pasamos derecho y pudimos hasta escoger mesa sin fila.

Escogiendo el almuerzo

Como buenos comelones, decidimos almorzar con 8 de los 14 pasteles salados que hay, seguidos de pastel de nata y café para el postre.  De los que comimos, recomendadas las Chamuças (Samosas), el Pastéis de Bacalhau (Que hay que probarlo), la Empa de Galhina y Tempe y las Coxas de Gallina.  No nos gustó el Folhado de salsicha y no nos pudimos comer completo el Rissois. 

Estos fueron:

•  Pasteis de Masas terna:  Pastel de carne

•  Empada de galinha: Empanada de pollo al horno

•  Rissois: Algo de pescado ?

•  Pastéis de bacalhau: Pastel de bacalao

•  Chamuças: Samosas

•  Coxas de Galinha: Pastel de pollo frito

•  Folhado de salsicha: Salchicha barata envuelta en hojaldre

•  Empada de Tempeh:  Empanada de vegetales

Menú continental
Y el postre!

Saliendo de Pastéis de Belem, tomamos el bus 727 hasta el monumento del Marqués de Pombal, para recorrer un poco la parte mas moderna de Lisboa.  Desde ahí caminamos hacia el centro por la avenida Liberdade. Una avenida verde de 10 carriles, famosa por tener las tiendas más caras de Europa. Comunica el centro, con el parque Passeio Público.

Llegando a la avenida Liberdade
Caminando por la Avenida. Los andenes en Lisboa son increíbles.
Descansando de la caminada

Tuvimos suerte de empezar en este lugar, porque la caminada es larga y en el otro sentido, bastante cuesta arriba.

Al final de la avenida Liberdade se llega a Plaça do Restauradores,  que se construyó para conmemorar la independencia de España y el fin de la guerra.  En la plaza está el teatro Edén, que aunque feo, es muy peculiar por ser puro art deco.

Teatro Edén

En Restauradores encontramos el punto donde se debe tomar el Funicular Gloria, así que nos tomamos la foto. La próxima no se nos olvida.

Elena tenía antojo de probar la Ginghina.  Un licor de cerezas de la zona y que venden en todas partes, así que buscamos un lugar para probarlo.  Como se puede imaginar uno, es un jarabe dulce, que sirven en una copita de chocolate. La experiencia es parecida a comerse un chocolate relleno Italo, pero no podíamos irnos sin probarla.

Después la Ginghina, decidimos buscar un lugar para descansar y tomar algo y encontramos “Topo” en el mapa.  Un restaurante/terraza, con vista a la ciudad.   El GPS nos llevó hasta la calle, pero después de un rato de no encontrarlo, descubrimos que estaba 35 metros mas arriba en la montaña y que para llegar, íbamos a tener que caminar 25 minutos en subida, a menos que tomáramos el Elevador de Justa, al que Elena le tenía pánico.

El cansancio ganó y tras descubrir que el tiquete de bus de 24h también sirve para usar el elevador, Elena, hizo de tripas corazón y decidió montarse.  En realidad es un ascensor grande que en 15 segundos llega hasta el convento del Carmo.  Eso si, tiene 100 años.

Encerrados con llave en el elevador de Santa Justa
En la terraza del restaurante
Un merecido descanso

Después de comernos una pizza y un cóctel en la terraza del restaurante viendo la ciudad, volvimos a  un poco por el centro, compramos unas camisetas y nos fuimos a ver el atardecer en la Plaça de Comercio, pasando por el Arco de Rua Augusta.

Arco de Rua Augusta en la tarde
Estatua del Rey
Foto del Rey
Atardecer en Plaça de Comercio

Camino a la casa compramos algunas galguerías y destrozados nos fuimos a dormir.

Nota especial:
Los músicos callejeros de Lisboa son increíblemente buenos. Hasta ahora no nos ha tocado uno malo.