Sin niños ni esposos es muy fácil estar listo a la hora acordada, o incluso antes, así que pudimos salir muy tempranito a desayunar a Lloyd’s, el restaurante de un hotel en la zona. A diferencia de los españoles, a los belgas les gusta madrugar así que no fue difícil encontrar algo abierto.
Nos unimos a un tour de la ciudad en la grand Place donde Lau nuestra guía nos habló sobre la historia de la plaza. Bruselas sufrió un gran incendio en la guerra con Francia en 1695 que destruyó gran parte del centro, los belgas se propusieron reconstruir todo en 2 años, así que estas casas son construidas entre 1696 y 1698. La mayoría eran casas gremiales. En el pasado, cada casa que pertenecía a un gremio se identificaba con un diseño que indicaba el oficio. Las que más nos gustaron: La del zorro (casa de ebanistas), la del cisne (los carniceros), y por supuesto, la de los cerveceros. La plaza es impresionante.
Continuamos la visita pasando por la estatua de Everard ’t Serclaes, un héroe local que ayudó a liberar Bruselas en el siglo XIV. Pero lo importante de esta estatua, es que depende de dónde le toques, tendrás un beneficio. El brazo para volver a la ciudad, la cabecita del ángel para tener hijos (obviamente yo evité hasta mirar esa parte), las rodillas para la buena suerte.
Durante la caminata pasamos por algunos murales de Tintin y Lucky Luke que hacen parte de la Ruta del Comic, y es que Bélgica es cuna de unos de los comics favoritos de Elena: Tintin, Asterix y Obelix y los Pitufos!!!
Nuestra guía tenía un volador entre el culo, entonces fue difícil seguirle el paso, tomar fotos y recordar datos. En algún momento pasamos por el barrio Sablón, la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, y la Iglesia de Nuestra señora de Sablón que se parece un poco a Notre Dame en París pero no tengo fotos.
Llegamos al monte de las artes y su reloj, justo a tiempo para oírlo sonar. Este reloj que tiene 12 figuritas de personajes históricos y arriba un Belga Burgués que toca la campana. No tan bonito obviamente como el Reloj Astronómico de Praga o el Zytglogge de Berna pero entretenido, especialmente por la fama de los carillón en Bélgica y sus 12 figuritas de personajes famosos.
Después de ver figuritas de cómic y de reloj, nos fuimos a buscar la figurita más importante de Bruselas. El Manneken Pis, una estatua en bronce de un niño orinando. Hay mucha expectativa antes de verlo pues a nivel de souvenirs puede compararse con el David en Florencia. Hay chocolates, descorchadores, camisetas con la imagen del niño. Pero resultó un poco decepcionante porque es una estatua de solo 30 cm, en una esquina pelada, sin mucho atractivo más que ver cómo está vestido. Y es que el Manneken es como un Ken que cambia de ropa constantemente y tiene un clóset con cientos de pintas, la envidia de cualquier mujer. Esta vez tristemente el Manneken pis nos tocó empeloto… pero bueno, no es la primera vez que nos hemos decepcionado al ver un hombre sin ropa.
Desde el monte de las artes puede verse el monumento del Rey Alberto I, montado en su caballo, como si fuera el dueño de la colina. Mientras tanto, su esposa, la Reina Elisabeth, quien fomentó las artes y la cultura, relegada a una estatua pálida, casi perdida.
Otra “figurita” con historia en Bruselas es la del rey Alfonso II, que era un cretino que hacía salvajadas con los esclavos africanos. Por fin los belgas tuvieron los cojones de protestar y retirar su monumento, o al menos esconderlo detrás del palacio así que afortunadamente, no lo vimos.
El tour terminó en las Galerías Reales de Saint-Hubert, uno de los pasajes comerciales cubiertos más antiguos de Europa. Recién construidas, se cobraba la entrada para que los belgas pudieran hacer compras y vitrinear a pesar de la lluvia, que afortunadamente tampoco se apareció este día. En estas galerías me compré chocolates elegantísimos en Neuhaus. Una chocolatería famosa pues su dueño era un farmacéutico que para darle los medicamentos a los niños, los recubría con chocolate.
Buscando donde almorzar nos encontramos con la versión femenina del Manneken Pis: No, no es Barbie… se llama Jeanneke Pis. A esta, al igual que a la Reina Elisabeth, también la dejaron fuera y no tiene outfits como su versión masculina.
Como las recomendaciones de lugares para almorzar de la guía eran tourist traps de 2 estrellas, cambiamos de plan y terminamos en un restaurante vietnamita.
Después de una infame enchilada que se metió Tania con el Pho y superando mi miedo a las alturas, nos fuimos directo a un mirador para ver Bruselas desde arriba.
Y al bajar, aprovechando que hacía sol, decidimos tomarnos algo en una plaza, el plan favorito de toda la vida de Caro, esta vez, con una cerveza frutal y una brutal (mejor Cerveza sin alcohol de mi vida).
Seguimos con la adelantada de cuaderno (que nunca paró), caminando en búsqueda de los Waffles de Galet, que dicen ser los más ricos de Bruselas. En el camino paramos en una tienda de juguetes enorme y espectacular, hicimos compras y cuando llegamos a Galet ya estaba cerrado, y es que los Belgas madrugan, pero también se acuestan con las gallinas, así que empezó la cacería del segundo mejor Waffle de Bruselas abierto. Gracias a la instrucción de nuestra guía, buscábamos el Waffle Belga, el cuadradito, y no el de Lieja que es redondo, más duro y más dulce. Al final lo encontramos y si, los waffles belgas son muy ricos.
La grand Place es aún más bonita de noche, la admiramos un rato más y decidimos ir al palacio que tenía la bandera arriba lo que significa que los reyes están en casa, a ver si nos invitaban un chocolatito caliente porque a pesar de los días soleados, estábamos tullidas del frío. Especialmente Caro que pasó los primeros 4 días del viaje vestida como para un invierno canadiense.
No había timbre, entonces nos devolvimos para el hotel a descansar.