La salida a Praga fue dura porque tuvimos que levantarnos a las 4.30 y después de varios días de viaje el cansancio empieza a notarse. Salimos de la estación principal de Berlin, Hausbanhof en primera clase (en tren si alcanza la plata) y llegamos a Praga a eso de las 11.30am.
Al llegar, pedimos un Uber desde la estación central y nos recogió un señor que se llamaba Mykola. Daniel le preguntó si hablaba inglés y el tipo respondió: “small” y luego le preguntó como se decía “Gracias” en checo y hasta ahí llego la conversación porque no pudimos repetir lo que dijo.
Después de llegar al apartamento, que está muy bueno y ya cerca al mediodía, salimos a almorzar a un restaurante muy recomendado que se llama Lokal. En teoría utilizan solamente ingredientes locales, lo cual parecía perfecto porque queríamos probar algo diferente. Revisamos la carta y pedimos 2 platos de la sección especialidades típicas de nombre impronunciable, pero nos trajeron carne asada con papas y pechuga de pollo a la plancha.
Saliendo del restaurante caminamos hasta Staroměstské náměstí (Plaza del pueblo viejo), que es la plaza mas importante de Praga, fundada en el siglo XII, donde está el reloj astronómico de hace 600 años y la iglesia de nuestra señora de Tyn del siglo XIV. Tuvimos suerte, porque llegamos faltando 5m para ver el reloj astronómico tocar las campanadas de las 3pm. Cada hora, aparecen los 12 apóstoles y las figuras animadas del vanidoso, el avaro, el gozoso y la muerte se mueven.
De ahí, caminamos hasta la capilla de Belén y descubrimos una escultura de Freud colgando de un edificio y después supimos que era de David Cerny, un artista muy famoso en Rep. Checa. La capilla, tiene un montón de historia desde el siglo XII, pero que nos pareció una iglesia común y corriente. Ahí decidimos que era buena idea ir a tomar chocolate para matar el frío. Si el chocolate de Madrid era espeso y semi-amargo, este era como derretir 45 chocolatinas jet y echarlas en una taza. Muy rico, pero necesita uno 12 botellas de agua y reposo para podérselo tomar completo.
El pueblo viejo es increíble para caminar. Cada vez que voltea uno la esquina, ve algo mas bonito y mas viejo y queda sobre la ribera del Río Vltava, así que caminamos un rato por la zona hasta llegar al Puente Carlos (Karlův most), que une la ciudad vieja con El Barrio Malá Strana (Ciudad Pequeña), donde están el castillo y la catedral de Praga. El puente tiene mas de 700 años y está bordeado de estatuas, casi todas barrocas.
Cuando nos dimos cuenta, estábamos subiendo mil escalones camino al castillo de Praga, pero para cuando llegamos arriba ya estaba de noche y aunque la vista es bonita, ya no pudimos entrar. Aún a esa hora ya estaba lleno de turistas, así que decidimos regresar caminando, parar en el supermercado y volver al día siguiente.