Finalmente compramos boletas para subir al mirador de Rockefeller Center en el piso 67 y que tiene tiene la ventaja de estar muy central en Manhattan. Elena hizo de tripas corazón y además de subir, salió a la terraza para la foto con el Empire State.
Dos pisos más arriba hay una terraza que no tiene vidrio y desde donde se ve medio mundo. Elena no subió pero aquí hay algunas fotos.
De ahí salimos para Brooklyn, a almorzar en Roberta’s; un restaurante muy recomendado. La pizza es impecable pero el ruido es desesperante, demasiados hipsters.
Para bajar el almuerzo salimos a buscar un café pero el restaurante estaba en una zona horrible entonces cogimos el Metro hasta Greenpoint, otro lugar en Brooklyn recomendado. Es una zona polaca donde está Peter Pan Bakery; en teoría el lugar con las mejores donas del mundo. Ricas, si, pero el tercer mordisco incluye gratis una diabetes.
Como el lugar no era bonito y había que tener pruebas de nuestro paso por Brooklyn, nos tomamos foto en un graffiti.
Para cerrar Nueva York volvimos a Soho, Nolita, Little Italy y Barrio Chino, a probar el pescado seco y tomar unas fotos en Aji Ichiban, entre otros.
Para cuando llegamos a la casa, habíamos caminado casi 17km así que descansamos un rato antes de salir a comer.
Fuimos a comer a East End Kitchen; un restaurante de New American Cuisine donde Elena lloró un poquito de felicidad al probar unas alcachofas baby crocantes salteadas en aceite de oliva.
Mientras esperábamos el plato fuerte, El niño de la mesa de al lado pidió una hamburguesa y un vaso de leche. La hamburguesa le llegó bien, pero el vaso de leche nos lo regaron encima. Como diría Sergio, literalmente. Elena vio en cámara lenta las acrobacias del mesero tratando de evitar lo inevitable. ¿A quien se le ocurre pedir un vaso de leche con una hamburguesa en un restaurante?
—
Para que no queden dudas de que estuvimos en Nueva York, estas son las fotos del Metro.