Día 9  – Nueva York – El día de la gente

Compramos tiquetes para la Estatua de la Libertad a las 12 m, y salimos de la casa a las 9:15. Después de un rato, nos dimos cuenta que se nos habían quedado los pasaportes y a Elena le entró el Ibarreche porque piden un documento para entrar. Lo discutimos, y porque ya eran las 10 y no pasaba el maldito bus, decidimos correr el riesgo y seguir.

En Nueva York, los únicos que andan en bus son los viejitos. Y todos tienen o bastón, o caminador o sila de ruedas. Lo que se traduce en que en cada parada, el conductor baja la altura del bus, y en la mayoría de los casos, la rampa espera pacientemente a que se suba una fila de ancianos. Obviamente, tampoco hay sillas vacías.

Dos paradas fueron suficientes para salir corriendo del bus y caminar 14 cuadras hasta la estación de metro. Nota Mental: No quedarse en un apartamento en donde no se pueda llegar rápidamente al Metro.

Llegar a la Estación del ferry para ir hasta Liberty Island es lo mismo que llegar a sacar el pase. Afortunadamente compramos los tiquetes con anticipación porque todo está lleno de vendedores ambulantes y promotores turísticos afroamericanos “independientes”.

Con seguridad muchos compran tiquetes para ver la Estatua de la Libertad chiquita que tienen en la entrada.


Después de dar vueltas, y a las 12 en punto, estábamos en la fila de entrada al ferry.


Fue bueno investigar un poco porque aprendimos que hay que sentarse siempre al lado derecho del barco, hacia la Estatua de La Libertad están las mejores panorámicas de la estatua y de regreso, las de Manhattan.


Los tiquetes tenían acceso al pedestal pero no había luz y todo estaba cerrado temporalmente. La fila para entrar al pedestal, media 387mts y el tiempo estimado para que entrara el primero era de 2hrs y 39min. No entramos pero si tomamos fotos desde abajo.



En el lado que da hacia Manhattan hay telescopios tragamonedas, pero los turistas latinoamericanos dañaron ya el 97%. Encontramos uno y no lo soltamos por media hora. La vista vale mucho la pena.


Al regreso, el ferry pasa por Ellis Island, donde está el museo de los inmigrantes, que por no tener interés histórico para nosotros  y principalmente porque significaba 2 horas más de tumulto, decidimos evitar.


Aprovechando que estábamos en la zona, nos dimos una vuelta por Wall St. y el Financial District donde como dato curioso, una señora que pasaba por la calle, me dijo que mi reloj de Apple era malo para la salud, porque tenía una “célula nuclear” que causaba enfermedades en la médula.  Como persona de bien que soy, le dí las gracias por la información y le dije que lo iba a revisar en detalle.


De pasadita, fuimos a preguntar si había terraza en el nuevo edificio del World Trade Center, que reemplazó las twin towers y que es igual de alto. Si hay terraza, pero también hay una fila la berraca, así que decidimos seguir la recomendación de subir al Rockefeller en vez de este.

Aprovechando que estábamos por ahí, caminamos por él Memoria, del 9/11, que nada que ver y tomamos algunas fotos.



(En esta foto salgo serio porque los policías miran feo si uno se ríe.)

Cerrado el sendero de la libertad, salimos para Brooklyn, donde había unos negritos bailando.

Caminamos hasta el puente de Brooklyn con la intención de pasar a pie al otro lado, si Elena se sentía valiente pero al llegar a la mitad, el piso cambia de cemento a tablas de madera y tuvimos que devolvernos.



De regreso y aprovechando el engentamiento del dia, hicimos una parada técnica en Times Square a tomarnos una cerveza (comprar una cerveza para poder hacer pipí), caminar por Broadway y entrar a la tienda de Hershey’s y nos fuimos a la casa.